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sábado, 19 de agosto de 2017

García Lorca por Lola Flores...

Por el arco de Elvira
quiero verte pasar
Para saber tu nombre
y ponerme a llorar.

¿Qué luna gris de las nueve
te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla
de llamarada en la nieve?
¿Qué alfiler de cactus breve
asesina tu cristal?

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar
para beber tus ojos
y ponerme a llorar.

¡Qué voz para mi castigo
levantas por el mercado!
¡Qué clavel enajenado
en los montones de trigo!
¡Qué lejos estoy contigo!
¡qué cerca cuando te vas!

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar
para sufrir tus muslos
y ponerme a llorar.



Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.




¡Ay, qué trabajo
me cuesta quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

La mar no tiene naranjas
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.

Me pondrá la cara verde,
zumo de lima y limón
tus palabras, pececillos,
nadarán alrededor.


La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.




Requiem por Federico García Lorca de Rafael de León 
Lo mataron en Granada, una tarde de verano y todo el cielo gitano recibió la puñalada... Sangre en verso derramada, poesía dulce y roja que toda la vega moja en amargo desconsuelo «sin paño de terciopelo ni cáliz que la recoja». (Por cielos de ceniza se va el poeta; la frente se le riza como veleta. Toda Granada es una plazoleta deshabitada) «Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos». En la palma de sus manos como un niño lo traían... Las mujeres se partían los volantes de la enagua, y el Darro bailaba el agua en amargo soniquete que sonaba a martinete y a cante grande de fragua... (¡Encended los faroles; romped el velo; bailar por "caracoles", que viene el duelo! ¡Como una espada, llevadlo, así, entre "oles" por su Granada) Dónde vas tú buen amigo quédate aquí con nosotros; están soltando los potros junto a lo verde del trigo... 

Están soñando contigo borrachos de calentura, los toritos de miura sedientos de primavera y hay una boca que espera morderte labio y cintura... (Desnúdate deprisa, que vengo herido; quédate con la risa como vestido... Quiero beberte y que luego dormido venga la muerte...) «Rosa de los Camborios gime sentada a la puerta» medio viva y medio muerta entre paños mortuorios. A la luz de los velorios, con pena de jazmín chico, muestra sus pechos helados, heridos y acuchillados lo mismo que Federico. (¡Que doble, bronce y plata, la Vela, Vela, que se ha muerto la nata de la canela! Mi bien amado de limón y ciruela va amortajado...) «Hijo, ¡hijo con un cuchillito que apenas cabe en la mano», de tu romance gitano cortaron la flor del grito! ¡Ay, qué dolor infinito de pedernal y de rosa; voy y vengo como loca sin que consolarme pueda porque ni un hijo me queda para llevarme a la boca! (Aquel traje de pana que se ponía... Aquella faja grana que se ceñía... ¡Tanto cuidarlo, y una flor de canana para matarlo!). (¡A la nana, mi niño, que es madrugada...! ¡A la nana, mi niño, flor de Granada! ¡Si yo pudiera quedarme embarazada yo te pariera!) «Antonio Torres Heredia Camborio de dura crin», llora al filo de la media noche por el Albaicín... Suena la voz de un muecín delgada como una fuente, y por el aire de oriente baja, una paloma alada, para besarle la frente al poeta de Granada... (¿A dónde vas, amigo, con tu secreto? Te llevarás contigo flor y soneto... ¡Cómo gemía, cómo gemía dentro de su esqueleto la poesía!)

Las tres hojas
Debajo de la hoja
de la verbena
tengo a mi amante malo:
¡Jesús, que pena!

Debajo de la hoja
de la lechuga
tengo a mi amante malo
con calentura.

Debajo de la hoja
del perejil
tengo a mi amante malo
y no puedo ir.


Debajo de la hoja de la lechuga,
tengo a mi amante, malo con calentura,
ay amor, ay amor, ay amante,
ay amor que no puedo olvidarte,
ay amor matita de romero
ay amor que olvidarte no puedo.

Debajo de la hoja de la verbena

tengo a mi amante malo, mira que pena,
ay amor, ay amor, ay amante,
ay amor que no puedo olvidarte,
ay amor matita de romero,
ay amor que olvidarte no puedo.

Debajo de la hoja del culantrillo

tengo a mi amante malo con tabardillo,
ay amor, ay amor, ay amante,
ay amor que no puedo olvidarte,
ay amor matita de romero,
ay amor que olvidarte no puedo.

Debajo de la hoja del peregil

tengo a mi amante malo y se va a morir,
ay amor, ay amor, ay amante,
ay amor que no puedo olvidarte,
ay amor matita de romero,
ay amor que olvidarte no puedo.

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